
Dí mi nombre y desaparezco.........el silencio.
Nunca antes un lapso sin sonido había movido tanto dentro de mi, después de sentir por cada poro la voz de una mujer cuya única arma para enfrentar la vida fue la fuerza de sus pulmones y la armonía de sus cuerdas vocales....el silencio. Ya no escuchaba nada, sólo sentía un nudo en la garganta y un vacío en el pecho, sólamente el silencio.
Más allá de los premios por mejor actriz y mejor maquillaje, quitando mi quisquilloso descontento por la edición en los cambios temporales, más allá de romperme el mito de una diva, de embarrarme en la cara la faceta egoista, triste y dura de una voz. Más allá de todo eso, queda el sentimiento, las emociones que surgen, las fibras que se tocan cada vez que escucho a Edith Piaf.
5 minutos finales que fueron una estocada de muerte, estrujando el corazón mientras se escucha un consejo acompañado por las olas, una recomendación a la mujer, a una joven....a una niña: ama, ama....ama para terminar en el teatro Olimpia dicendo no me arrepiento de nada, ni del mal que causé ni del bien que recibí y cuando no esperaba más que el tiro de gracia, él telón cayó como guillotina, una mortaja de plomo con forma de silencio
Simplemente silencio...........................................
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