
Si la religión es veneno, la fe bien puede ser su antídoto. Si me echara un volado con mis pensamientos sobre la iglesia católica , y sobre otras también para que negarlo; una cara sería oscura, con poder sobre la tierra, los hombres y sus institucuones; con la imagen de un titiritero manejando los hilos de las instituciones y gobiernos creados por el hombre mismo, quien furra creado a imagen y semejanza de su dios.
En el otro lado, hay una fuerza enorme, un poder que no se puede tocar mas si sentir, una luz hecha por la fe de muchos de sus allegados.
Cuando esta lucha de contarios se traslada a la selva sudamericana, ambientada no sólo por los intrumentos que naces de la jungla misma, de sus aves y sus insectos, del la percusión estrenduosa de la catarata, del grito del sarahuato y el rugir del jaguar. Toda esa sinfonía se vuelve magistral cuando bajo la batuta de Ennio Morricone, haciendo aparecer un ente que envuelve toda la escena, al escucharlo no es necesario ningún diálogo, ningún traductor, ni una palabra que rompa la armonía; la historia se va contando por sí sola.
Pero haciendo a un lado, al menos mientras sea posible; lo bello de la imagen y el sonido; es la lucha entre el poder de la iglesia y su servicio a los poderes económicos y políticos, con los que traza las líneas de la historia del mundo contra la cara del poder de la fe, esa que no esquiva balas sino las recibe gustosa. Ambas caras parecen peligrosas, sus extremos han dibujado capítulos impresindibles del camino de nuestra civilización.
Este es sólo un capítulo, llevado por el camino a la redención, las intrigas de la avaricia, el prejuicio, la divisón de razas, la aceptación de una fe y la esperanza de una convivencia entre las culturas.
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